Han sido kilómetros y kilómetros de campos de trigo, veredas, subidas mortales y magníficas degustaciones gastronómicas en cada zona como mandan los cánones. Multitud de experiencias que permanecerán en nuestra mente, buena gente, gente extraña, gente que caminaba y gente que pedaleaba y con los que hemos compartido el polvo del camino. Ha habido desde picaduras de avispas, noches durmiendo bajo el amparo de las hermanitas de la Caridad y custodiados por dos cigüeñas, siestas en bosques interminables, catedrales "visigóticas", las mejores tortas de Santiago, carne de ternera con agonía, pulpo de Melide y solo dos pinchazos.
Pero con la perspectiva del tiempo, lo mejor de la experiencia ha sido compartir todo eso entre amigos de verdad. ¿Volveremos? Promesa ya hay de ello y el camino del norte nos aguarda.
BUEN CAMINO.